domingo, 28 de octubre de 2012

Rocío reloaded


A ver, vamos a hablar de la verdad de la milanesa de una vez por todas. Yo no le intereso. Prácticamente nada en absoluto. Me cansé de inventar excusas por las cuales no me da bola o no me habla, ni es demostrativo, etc. "Está pasando un momento de mierda", "la ex le trae malos recuerdos, no la puede superar...", "quiere ir lento", "la familia, el trabajo...". Vamos, esas son las típicas excusas que nos inventamos para convertir a nuestro "hombre" en una persona sacrificada, una víctima y a nosotras en sus supuestas sanadoras y así tener una puta excusa por la cual estar a su disposición, prácticamente envueltas en paquete de regalo. Si no te da una señal de vida, no le interesa en lo absoluto que vos lo ayudes. Por más ocupado que esté una persona en el día, siempre querés que haya alguien ahí para despejarte un rato, esa persona podrías ser vos, o yo, y sin embargo no lo somos. ¿Por qué? Porque no le interesa. Si una persona quiere algo, va y lo busca. Y en especial los hombres, que son así re machos y creen que pueden acapararlo todo, no le costaría nada arriesgarse por una mina. Si no lo hacen es porque simplemente no les interesa moverse, es decir, no les interesa la flaca en cuestión. Es fácil, si no te habla, no le interesas. Si no te demuestra, por medio de acciones, que quiere verte y que quiere pasar tiempo con vos, no le interesas. Porque claro está que te puede decir lo mucho que le interesas y lo mucho que te extraña pero, entonces ¿cuando nos vemos? Si se olvido de recordarte, no le interesa. Repito, ¿quién se olvida de las cosas que realmente le interesan? Encima, hoy en día gracias a todas las redes sociales y los celulares, las mujeres nos volvemos más obsesivas de lo normal, lo cual no está bueno ni para nosotras ni para ellos. Porque nuestra preocupación es su miedo. Vamos a ser sinceros, ¿a qué hombre le atrae una mujer preocupada? a ninguno, porque para eso tienen a su vieja. "Lo vio y no me contestó", nuestro gran mal. El whatsapp, el facebook usualmente dan comienzo a este mal epidémico. Cuesta aceptarlo y seguir adelante solas. Pero eso va a ser así hasta encontrar ese al que realmente le interesemos. La verdad es que todo es más simple de lo que parece, cuando las cosas se empiezan a complicar es porque algo pasa. Al chico le gusta una chica, a la chica le gusta el chico, salen, se hablan, se ven y así sigue el ciclo ¡es todo muy fácil! Entonces, mi consejo (que también voy a tratar de usarlo yo) es relajarse y seguir adelante con nuestra vida. No vale la pena desperdiciar grandes momentos o sufrir tanto por un chabón al que no le interesamos, porque raramente pueda haber algo que los haga cambiar de opinión. 

miércoles, 27 de junio de 2012

Recuerdos



Hoy pasé por la puerta de tu casa. 
Ya cuando venía caminando por Santa Fé sentía las nauseas, el temor de verte y al mismo tiempo las ganas. Hace casi 8 meses que no te veo y a mi criterio, es mucho, mucho tiempo siendo que antes te veía casi todos los días. Lo único en lo que pensaba mientras caminaba era: Mirá si me ve, ¿me va a abrazar? ¿Me va a querer hablar?, es decir… ¿querrá mantener una conversación conmigo? ¿Le haré acordar de cosas que se había olvidado que sentía? Y mientras pensaba en esas cosas, el tiempo pasaba y Juncal se acercaba… Crucé Arenales y empecé a prestarle más atención a la gente que venía caminando en la dirección contraria a la mía. Entre todas esas caras, la que buscaba era la tuya, y al mismo tiempo deseaba que por esas cosas de la vida ya hubieras llegado a tu casa o estuvieras en otro lugar. 
Cuando por fin llegué a la puerta verde, me quedé parada un par de segundos. Las luces del pasillo estaban prendidas, por poco sentía que estabas por bajarme a abrir la puerta en tu short de River y alguna de tus tantas remeras de Cristobal Colon, y por supuesto, usando tu característico par de ojotas. También sentí vagamente el ruido de la puerta al abrirse y el de nuestros labios tocarse. A continuación, el olor del hall de entrada, y unos minutos después, el del ascensor. Recordé poner los pies sobre él, esperar a que vos entres, cierres la puerta de madera de un golpe y la otra, la de adentro, con fuerza porque casi siempre estaba trabada. Después te miraba y empezábamos a joder, como siempre. Al llegar al cuarto piso, me tocaba abrir la puerta a mí porque yo estaba de ese lado; me bajaba, tocaba la alfombra verde del piso y esperaba a que vos cierres las puertas del ascensor y abras la de tu casa. Entrabas, te sacabas las ojotas y te ibas a la cocina si ya estabas haciendo la cena, a la pc a poner música o a la Xbox. Yo cerraba la puerta que habías dejado abierta, sosteniendo bien el picaporte porque estaba (y supongo que sigue estando) flojo y continuaba mi camino hasta el living, donde dejaba el bolso en el sillón rojo (bah, técnicamente no es rojo, pero una frazada de ese color lo recubría) y te seguía donde fueras a continuación. Si la tele estaba prendida, me quedaba dos minutos mirando, casi siempre eran esos programas de mierda de chimentos que ni sé para qué mirabas (te apuesto lo que sea a que lo seguís haciendo). Después venías vos, haciendo ese ruido raro que hacías con la garganta, te acercabas  a mí, con esa mueca que tenías en la cara, que  recuerdo a la perfección pero es muy difícil de describir, y me hacías cosquillas, me pellizcabas y me abrazabas. A veces, empezábamos a pegarnos, en joda, obviamente, porque éramos así, y a mi me encantaba. Entonces me decías “¿me acompañas a la cocina?”, yo iba atrás tuyo y cuando entraba siempre había ese olor rico a salsa, a TU salsa. Pizza, fideos o ravioles, esas eran las opciones. Si era pizza, agarrabas el queso fresco de la heladera y lo empezabas a cortar en cachitos chiquitos, aunque la mayor parte de ellos iban a parar a tu boca. Siempre a una mitad de la pizza le ponías más salsa y menos queso, porque vos sabes bien cómo me gusta la pizza. Cuando ya estaba todo más o menos listo para cenar, preparabas las bandejas de plástico en la mesada, una de manzanas verdes y otra de limones, arriba, una servilleta, un tenedor, un cuchillo y un vaso. Vos siempre te quedabas con la que estaba más rota, y me dejabas a mí la linda. “Tomá, llevá [las bandejas]” y yo las llevaba hasta el living y te esperaba sentadita en el sillón. Después cenábamos mientras mirábamos la tele. Vos no podías dejar un puto canal, te la pasabas cambiando para volver siempre al mismo, el puto canal américa. Después de cenar, lavábamos los platos y a veces, depende de tus ganas, íbamos a Moratto a comprar helado, o lo pedíamos a Amaretto por teléfono: Marroc, Sambayon, Super dulce de Leche y Banana Split, a veces este último lo cambiábamos por Tramontana. A la hora de comerlo, yo siempre me rendía rápido, principalmente porque no soy muy fanática del helado, y después, porque me daba un chucho de frío y no quería comer más. Vos me insistías, siempre, y hasta que no volvía a agarrar la cucharita no parabas. Aún así, comía un poco más y después dejaba. Vos ibas a la cocina, lo guardabas en el frizzer y volvías. Ese era el momento de mirar una película o algún programa de TV. En el último tiempo mirábamos Gran Hermano y yo te hacía reir con comentarios boludos como “she doesn’t have a game” y otras boludeces varias como “wuuu wuuu, espartanos!”, “papayyyyyyy” y otras cosas más que solo nosotros entenderíamos su significado… Después de la peli, íbamos a la cama, donde volvías a llevar tu kilo de helado y te lo terminabas viendo a Fantino. El resto, prefiero reservarmelo :)

¿Increíble no? ¿Cómo fue que me acordé de todo eso tan solo con estar parada 3 segundos  en la puerta de tu casa? No sé… Fue como un flash de imágenes, que todas juntas, significan lo que escribí más arriba. Yo también me preguntó cómo pasó, digo, tan rápido... Pero en el instante en que me di cuenta de que mis ojos se estaban poniendo lagrimosos, decidí seguir caminando para el colegio y tratar de pensar en otra cosa. Obvio que no podía, porque seguía pensando y pensando en todas las veces que fui a tu casa, que era casi como la mía propia, y lo peor de todo, es que la sigo sintiendo así y no se por qué. No me es extraño pasar por ahí, no me siento tan distanciada como pensé, ni me siento como si hace mil que no fuera. Pero sí, hace más de 8 meses que no piso tu casa, y sin embargo, yo sigo pensando que fue ayer la última vez que fui. Es triste y hermoso, todo al mismo tiempo. No puedo evitar sonreír cuando pienso en eso y en lo mucho que me gusta poder seguir recordándolo tan vívidamente… Pero por otro lado es muy triste estar así sabiendo que esos momentos nunca más van a volver. Pero bueno, así son los recuerdos, supongo.

martes, 26 de junio de 2012

Veintisiete de junio


Parte I “Vos”
Acabo de caer en la cuenta de la fecha del día de hoy. 27/06, ¿qué loco no? Un día como hoy hace 3 años, WOW, tres años ya... Y a mí me parece que fue ayer… En fin… ¿Qué decir que no haya dicho antes? Este día sigue siendo muy especial para mí, porque en un momento como este, pero hace 3 años estaba a punto de verte por primera vez personalmente y ¿quién de los quiénes se iba a imaginar que algún día iba a estar así? Cuando yo, en realidad, lo último que me imaginaba era que vos y yo íbamos a llegar a algo concreto. Pero bueno, son esas sorpresas lindas que te da la vida de vez en cuando. Aunque a mí, y lo digo con toda vehemencia, me pasó una sola vez y fue nada más y nada menos que con vos. A veces desconfío que la vida me pueda llegar a sorprender alguna vez más como me sorprendió cuando apareciste vos. Llegaste a mí, casi sin pensarlo, de la nada, un miércoles 17 de junio. Y a partir de ese día, nunca más pude dejar de pensar en vos, de quererte, de anhelarte, de desearte. Detrás de mi escritorio está la pared de testigo de las noches que me pasaba pensando en vos y en cómo me deslumbrabas con esa personalidad, esa forma de ser tan natural que tenés vos. Sin conocerte, ya escribía cosas sobre vos, cosas que en ese momento solo me imaginaba y terminaron siendo reales. La mayor parte de las veces que las leo, me pongo mal y tengo que dejarlas de lado, porque es difícil quedarme con la sensación hermosa que sentía en el momento en que lo escribí y no con el vacío tan imponente que siento ahora que ya no estás más acá. A veces me doy cuenta de lo increíble que fue conocerte y lo genial que fue mi vida al lado tuyo esos dos años y pico que te tuve conmigo. Al lado de toda una vida, no es nada dos años y medio, y sin embargo, siento que sos más importante que muchas otras personas que conozco desde hace más tiempo.

Parte II “El tiempo”
Pero, ¿qué es el tiempo? Y ¿por qué todos se empeñan en medir las cosas con el tiempo? Es un planteo que me vengo haciendo desde que alguien me dijo: Estuviste dos años con él, no podés llorarlo un año. Como si el amor fuera una cuestión de proporcionalidades temporales. No puedo estar más en desacuerdo. A veces me siento inundada por el tiempo, porque el tiempo además de ser una medida, es algo así como una presión que se le impone a uno, en la facultad, en el trabajo, en la vida misma. Algunas veces siento que el tiempo es un juego maligno que la mayor parte de las veces, encuentra la manera de hacerte perder. Otras, me parece que es lo único que va a sanar este vacío que siento adentro mío. Nunca estoy completamente segura de si es mi enemigo o es mi amigo.
Además, también es culpa suya la maldita sensación de que no pasa, o de que pasa demasiado rápido. Quizás tanto que no nos da “tiempo” a sostenerlo, aunque sea por un rato, porque a veces nos dan ganas de detenerlo y poder apreciar lo que tenemos un ratito más. Pero no, el tiempo es uno y se va, se escapa, como si tuviera apuro de llegar a algún lado en especial.

Parte III “Medir”
La cuestión es que siento que hay cosas que no tienen que tener medidas, ¿por qué hay que medir todo en la vida? ¿Acaso los seres humanos no podemos vivir sin tener un cálculo de todo? ¿Una proporción? ¿No podemos vivir con una simple idea de algo, un sentimiento que no necesariamente tenga que ser comparado o determinado con una cantidad?  ¿Qué es medir?

 medir.
(Del lat. metīri).
1. tr. Comparar una cantidad con su respectiva unidad, con el fin de averiguar cuántas veces la segunda está contenida en la primera.
        3. tr. Comparar algo no material con otra cosa. 
        5. intr. Tener determinada dimensión, ser de determinada altura, longitud, superficie, volumen, etc.

Me parece que no es necesario tener dimensiones de todo, solo de lo necesario o de lo concreto. Pero, ¿cómo vamos a medir el amor si apenas sabemos lo que es? Yo creo fervientemente que si hay algo que no se puede medir es eso, y si se puede medir es porque no se lo siente tanto. A mi me pasaba que cuando le decía “te amo mucho” no me parecía suficiente, porque no hay una  palabra que me pareciera que demostrara todo lo que sentía por él. Porque a final de cuentas, el amor no es una sola cosa, son muchas.  Por lo menos, a mi criterio, ¿no? Yo tampoco estoy muy segura de lo que es concretamente el amor, hay días que creo que existe, otros creo que no, que es solo una simple idea que nos gusta creer que es verdad. Pero si no es verdad, entonces ¿qué es lo que sentí por vos? O más bien ¿qué es lo que siento? Porque yo no lo considero como una simple idea, lo siento mucho más real. Pero no lo veo, solo lo siento.
Y hoy me doy cuenta de que... te tengo que dejar ir. No sé cómo, tampoco quiero.

lunes, 25 de junio de 2012

Incertidumbre


¿Y por qué será que te conectas seguido ahora? ¿En que andarás? Y yo no debería estar fijándome en esto, pero no lo puedo evitar. A veces me siento re maniática, re neurótica, re obsesiva. Y después me doy cuenta de que en parte sí y que en parte no. En parte, sólo quiero saber de vos, en parte, estoy deseando que no sea lo que me imagino. Que no estuviste con otra en tu viaje, o que no estás con otra ahora, en Buenos Aires. Pero cómo voy a engañar a mi cabeza, ¿no? Si a final de cuentas hace lo que quiere.  

sábado, 23 de junio de 2012

Tan Biónica en el Luna Park 23/06/2012


No me quedan más que palabras de agradecimiento hacia ustedes. La performance no podría haber sido mejor. Hubo invitados y tocaron TEMAZOS de la vida que jamás me imaginé que iban a tocar. A veces cerraba los ojos y dejaba que las palabras, las frases entraran por mis oídos y llenaran todo el recoveco vacío que es mi cuerpo. Porque ustedes no hacen más que eso, llenar el vacío que tengo adentro con su música. Porque por más que no lo logro, lo intento, y ustedes me ayudan. No lo saben, pero sí. Sus palabras son como un empujón para mi, siento como si me dijeran: esto no es lo peor que te va a pasar en la vida, hay más. Y sobre todas las cosas: hay más gente que siente o sintió lo mismo que vos. Y no me siento taaan sola. O por lo menos, lo que siento es que alguien del otro lado entiende realmente a lo que me refiero con el vacío, con extrañar a alguien, con sentir que no tenés una pizca de suerte en tu vida. Pero en ustedes se ve la evidencia de que hay algo más allá del sufrimiento y del dolor. Ustedes me enseñaron que siempre sale el sol. Y bueno, por ahora no puedo decir que es así, pero lo supongo.
En fin, gracias, GRACIAS por el QUILOMBO, por la emoción, por las ganas inmensas de gritar las dos horas de recital, gracias por existir y hacer música, loco. En serio.
Se terminó el Obsesionario Tour y no espero más que un cd genial y miles de recitales en algún futuro. Obvio que voy a estar ahí.



domingo, 25 de marzo de 2012

Parte I

Se conocieron hace mas o menos un mes de la manera mas típica que existe. La más pelotuda, también. Se vieron por primera vez porque su amiga le dijo "Te voy a presentar al mejor amigo de mi novio". Sinceramente, ella jamás pensó que iba a formar parte de una de esas reuniones, siempre las había visto como algo sumamente desagradable y poco posible.
Para ella, iba a ser una noche de domingo como cualquier otra. No estaba nerviosa ni preocupada, estaba muy segura de que el flaco no la iba a atraer porque no estaba para esas cosas. Pero no. La cuestión es que en el momento en que lo vio, nada fue igual que antes. Todos sus pensamientos e ideas cambiaron con la necesidad de un simple instante. El tipo era lindo, tenía un buen cuerpo, se vestía bien y tenía una sonrisa que iluminaba toda la habitación. No lo podía creer. ¿Cómo le podía estar pasando esto, ahora? No era el momento, no era el lugar. La sonrisa y la mirada: sinceras, eran su debilidad.
Esa noche avanzó de una manera poco normal, con peleas de por medio y la timidez hablando fuerte. Pero encontraron la manera, claro que lo hicieron. Sí, estuvieron juntos. Fumaron un cigarrillo, charlaron de la vida y se fueron a dormir. Lo último que ella se iba a imaginar era que él la iba a abrazar e incluso besar, pero nuevamente se equivocó. La besó suavemente, la abrazó por la cintura y se quedó dormido.
Al día siguiente se despertó en brazos de un hombre con el que jamás pensó que tendría posibilidad, pero se sintió feliz de estar allí.